En busca de una Nación
El
mito deL origen: 25 de Mayo de 1810
Preocupados por la heterogénea
composición de la población, hacia fines del siglo XIX varios intelectuales
postularon que la Nación argentina había nacido en mayo de 1810. Para Vicente
Fidel López, por ejemplo, la Revolución de Mayo había cumplido una "misión":
haber dado a los argentinos su independencia política. Así, el 9 de julio de
1816 era representado como el desenlace necesario de los sucesos de mayo de
1810. Ayudada por la imagen canónica de una plaza colmada de personas vistiendo
escarapelas blanquicelestes, la interpretación de los sucesos de 1810 como el
"despertar" de una nación encarnó en el imaginario de varias generaciones de
argentinos.
El 22 de mayo de 1810 el Cabildo de
Buenos Aires deponía al virrey Cisneros y ordenaba la formación de una junta que
asumiría el gobierno del virreinato del Río de la Plata. La disolución de la
Junta Central de Cádiz en enero de 1810 y su reemplazo por un Consejo de
Regencia de muy precaria legitimidad, llevó a los miembros del Cabildo porteño a
convencerse de la necesidad de formar su propia junta, tal como sucedió en otras
ciudades sudamericanas. El 25 de mayo, los participantes del Cabildo Abierto
decidieron desplazar definitivamente a Cisneros, quien había presidido la junta
formada tres días antes. La Primera Junta, el nuevo cuerpo de gobierno, mantenía
sin embargo el juramento de lealtad a Fernando VII, el rey prisionero de las
tropas españolas.
Pero la formación de juntas despertó la
oposición de peninsulares y criollos que veían esas iniciativas como un signo
inequívoco de traición al rey. La división entre quienes aceptaban la autoridad
del Consejo de Regencia y aquellos otros que la rechazaban pronto dio lugar a
los enfrentamientos militares. Una guerra civil se había desatado en la América
española.
En julio de 1810, las tropas porteñas
debieron enfrentar la resistencia realista levantada en Córdoba, finalmente
pasada por armas. Al mismo tiempo, Asunción y la Banda Oriental reclamaban el
derecho a constituir sus propias juntas, negándose a aceptar la autoridad de
Buenos Aires. A los habitantes del suelo rioplatense les resultaba completamente
ajena cualquier idea de nacionalidad argentina.
Los años siguientes estuvieron
dominados por la lógica de la guerra. Los resultados no siempre favorables que
enfrentaron las tropas del gobierno revolucionario produjeron el desplazamiento
de los sectores moderados encabezados por Saavedra.
Bajo el influjo de la creciente
importancia que adquiría la guerra, los militares que dirigían los ejércitos
revolucionarios se convirtieron en actores políticos decisivos, lo que se hizo
evidente a partir de 1812, cuando por iniciativa de San Martín y Alvear el
ejército disolvió el Primer Triunvirato y lo sustituyó por el Segundo.
El nuevo gobierno convocó a una
Asamblea Constituyente que comenzó a sesionar en enero de 1813. Los sectores que
impulsaban la independencia -todavía muy minoritarios- ganaban con esto un
importante espacio político. La Asamblea tomó medidas que marcaban la decisión
de constituir un nuevo orden (libertad de prensa, libertad de vientres,
supresión del tributo y del servicio personal, eliminación de signos de nobleza,
entre otras). Las decisiones de acuñar moneda y aprobar un himno patrio de
fuerte hostilidad hacia España, eran claras señales de lo mismo.
Pese a todo, la Asamblea de 1813 no
cumplió con sus dos objetivos principales: no declaró la independencia y tampoco
sancionó una constitución. La posibilidad -muy concreta, como lo demostrarían
los hechos de 1814- de que Fernando VII fuera restituido en su trono, constituyó
un poderoso límite que los constituyentes de 1813 no se atrevieron a
cruzar.
La declaración de la independencia
llegó recién en 1816 y, curiosamente, en un contexto de mayor conservadurismo
político. En el Congreso reunido en Tucumán se oyeron propuestas que,
respaldadas por figuras como Belgrano y San Martín, sugerían la adopción de la
monarquía constitucional como forma de gobierno para las Provincias Unidas,
aunque no se contó para esto con la aprobación de los diputados. De cualquier
manera, la simple proposición de tal fórmula da buena cuenta de la preocupación
de los dirigentes revolucionarios por adecuarse al clima político fuertemente
conservador que se abrió a partir de la derrota de la Francia napoleónica y la
formación de la Santa Alianza. Además, desde la restauración absolutista en
1814, la Corona española había decidido no responder más que con la guerra a los
gobiernos erigidos en sus dominios americanos y logró derrotar a algunos, como
sucedió con la segunda república en Venezuela.
Con las cartas echadas de tal modo, los
diputados reunidos en Tucumán en 1816 percibieron que la declaración de
independencia no modificaría significativamente el estado de las cosas. Sin
embargo, Buenos Aires fue el único foco rebelde que no logró ser reconquistado
por las fuerzas realistas. En 1820 el estallido de una nueva revolución liberal
en España impidió que el gobierno porteño tuviera que enfrentar la expedición
militar que la Corona había lanzado contra él. La independencia política parecía
así consolidada. Pero no había surgido una nación.
Muy buen articulo a mi me parece que le falta colocar de donde lo sacaste pero te quedo muy bueno
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